paisaje ruta
La mujer de la cafetería dice que para saber si la lluvia trae peligro miran a la montaña, se fijan en ella. No voy a poder sumergirme en el mar hoy, fingir que el cuerpo ha muerto, cubrirme de agua hasta las orejas. Contemplar el cielo. Me calma ser paisaje, dejo de estar presente en las cosas que soy yo.
todo el oro y la plata
¿Qué pasaría si dejara caer mi cuerpo por la ventana pequeña? Ya no me quedan ganas de vivir y ellos lo saben y aun así mamá, sin llegar a pronunciar mi nombre, se queja porque nunca llego a ocuparme lo suficiente de la casa. Sin embargo, ellos la limpian y se aseguran de cerrar herméticamente mi puerta: a ti que te coma la mierda, niña.
correspondencias
«También sueño mucho con mi padre. Sueño que le digo un montón de cosas que nunca he podido decirle de frente. Incluso en mi imaginación mi discurso es torpe, las palabras salen atropelladas y siempre hay personas alrededor tratando de convencerme de lo bueno que es. Alguna vez ha sido un sueño sexual. Creo que soñamos que nos acostamos con nuestro padre porque queremos comprobar que realmente es un extraño».
debajo de mi cuerpo está la tierra
Me he dado cuenta de los caminos que traza mi pelo. Escribo sentada en el sofá grande de la casa. El gato de mi hermana anda restregándose por el suelo de la cocina, también quiere escapar de aquí, le he visto llorar sentado frente a la puerta. Ahora tengo su hocico en el extremo izquierdo de la hoja, busca que le aprieten los dientes en cualquier lado y de cualquier forma. Me pregunto si sabrá que estoy escribiendo sobre él, si mi perro también lo sabía. En el fondo siempre creí que ellos son capaces de escuchar la escritura, ese torrente de palabras que se nos viene encima.
este jardín
Ubico mis dedos en la piel vestida de desastre. Algunas manos recorren el territorio circular e inapropiado de mi cabeza, solo yo puedo sentirlas. He llorado porque los límites de mi cuerpo no me permiten derramarme, porque si mis manos fueran hierba este jardín permanecería muerto desde siempre.
la vergüenza
La casa que habité ya no existe, pero el cuerpo aún la recuerda: el mármol sostenido por la copa de un árbol, la media copa sobre la que cae la lluvia derramada por nuestros dedos. Apoyo la cabeza sobre la madera y el acero, me contemplo con la boca abierta, el lenguaje silenciado, el cabello despeinado dibujando nudos en la espalda.
dentro de mí
El vello sigue creciendo. Sorprendo a los dedos, mártires, penetrando en la profundidad de la anatomía que crece. Pronto será cortada, mutilada como los extremos de la lengua que nadie quiso, ¿cuántas palabras se llevaron? Observo las manos de otros. Busco entre los pliegues de la gente sin nombre, sin relato y sin rostro, todo aquello que quise decir y no dije, todo el llanto que no pudo ser derramado, toda la rabia que me fue negada.
el cuerpo convulso
Repito palabras como huérfana, mujer, raíz, ejercer, escritura y madre. Busco mi lugar de pertenencia. Mi mano atenazada, el cuerpo convulso sobre el que me han visto crecer. Tengo la ropa interior manchada de un desecho que no reconozco como propio porque ni siquiera a mí misma me reconozco como mía.
tus otras hijas
Fueron muchas las mujeres que hablaron de ti antes de que yo lo hiciera. Me alimento del dolor de tus otras hijas. Busco sobrevivir. Llegar a los adentros de tu primera enfermedad. Hundir las manos en la carne y descubrir el cuerpo anterior a tu nacimiento. Llegar a los orígenes de tu existencia.
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