la vergüenza
La casa que habité ya no existe, pero el cuerpo aún la recuerda: el mármol sostenido por la copa de un árbol, la media copa sobre la que cae la lluvia derramada por nuestros dedos. Apoyo la cabeza sobre la madera y el acero, me contemplo con la boca abierta, el lenguaje silenciado, el cabello despeinado dibujando nudos en la espalda. Un animal me ha mordido, un animal ha hecho el amago. El lugar de la herida, la piel traslúcida donde se ve que el cuerpo palpita y, por tanto, existe. Trato de llamar la atención de mi madre, lloro y grito con desgarro como un animal que sufre. Me observo, a mí misma, a la imagen. Mi ojos ocupan el lugar del adulto. Observo a la criatura caída, por encima de sus hombros, deleitándose con el llanto. En el cuerpo nada se ha roto. Sujeto el brazo derecho como a un niño, como si mis órganos se hubiesen caído al suelo quedando deshechos. Todo en mí duele, todo en mí me resulta extraño.
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cuaderno de notas, archivo 2023