Este cuerpo es mío
Utilizo la palabra patología para referirme a la sensación de ahogo de los últimos trece años. Ayer me dormí llorando por la culpa. Tengo la extraña sensación de estar viviendo una vida que no es mía, he dejado de saber quién soy, incluso la pequeña cicatriz de la cara se ve distinta. Palpo con los dedos la superficie que queda erguida, he tratado de arrancarla y esconder los restos bajo las uñas, pero en cada intento me he visto descubierta y sorprendida por el dolor: este cuerpo es mío. Me he resignado a quedarme con las manos vacías.
Domingo, 20 de febrero
Llevo todo el día metida en la cama anestesiada por el dolor. Ni siquiera he comido, he tenido que alimentarme como un perro, mis manos se han quedado atrapadas por la cerámica. Tampoco sé cómo podré vestirme mañana. Dicen que queda un espacio reducido y entro en él, la situación me parece demasiado violenta. Uno de mis dedos busca mi muñeca, la mitad del brazo queda al descubierto deja de ser brazo y cuelga, como varios hilos descosidos como varios hilos de una prenda rota, eso es lo que soy. Hay anatomías más pequeñas, dice el poliéster amordazando mi cintura. Todavía es seguro vivir así.
Domingo, 2 de julio
Estoy segura de que no he dormido bien porque ayer dejé las tijeras cerca de la cama. Estos malditos insectos no piensan dejarme tranquila, es mi penitencia: ayer maté a dos de ellos con una toalla limpia. Anoche estuve dibujando casas. He construido un diálogo de nueve viñetas, en ellas la escritura circunda los límites de la palabra hogar. Empecé a dibujarlas hace unas semanas, lo hice al lado de mi sobrina, a veces la infancia es una piedra pesada sobre los hombros. Desde que enfermé de la piel no he dejado de tener una especie de reacción alérgica que ha decidido ensañarse con los pies y con las manos, será poco probable que otros me quieran.